
La evolución mexicana
VII
El Negocio
VII
El Negocio
El negocio de bingos y casinos, entendiendo como "bingo" el sistema español y como "casinos" las salas de máquinas existentes por toda la república mexicana, es sin duda un buen negocio, como lo es por norma y en cualquier parte del mundo el negocio del juego.
Siendo las dos actividades "juego" practicadas en una sala, entre ellas existen conceptos muy diferentes de explotación, que consisten fundamentalmente en lo siguiente:
El bingo es una actividad que requiere personal responsable, bien preparado, una inversión considerable en instalaciones y equipos de costo elevado. Todavía, si es estudiado y puesto en marcha por profesionales, garantiza un mínimo de 10 años de alta productividad, antes de una remodelación profunda. Es negocio para profesionales.
El "casino" es negocio de relativa poca inversión. Las maquinas son instaladas por los industriales fabricantes en régimen de asociación o alquiler. No es necesario personal especializado. Teniendo dos o tres empleados simpáticos el empresario puede mandar abrir las puertas. No hay nada que saber. Los fabricantes de las maquinas se ocuparan del mantenimiento técnico y de la actualización de los tipos de juegos más atractivos. Es negocio para cualquier uno.
Si otras razones no hubiese, la anterior seria suficiente para justificar que los bingos sean en número reducido y los casinos aparezcan como champiñones. El exceso podrá ser su destrucción. Para los casinos, cada vez en más grande número, con mejores instalaciones y cada uno con una cantidad absurda de máquinas, valdrá la ley del más fuerte. Así mismo entre los más grandes habrá una feroz competencia que, a la falta de reglamentación eficaz, entrará rápidamente en la competencia desleal, con promociones y ofertas de premios extra, en espiral ascendente. Si es así, en dos años el negocio estará acabado para la grande mayoría de las salas.
Además un otro tipo de fenómeno ocurrirá. Las maquinas absorben un mínimo de cinco veces más dinero a los jugadores que el bingo. A quien le guste convivir y platicar un rato con otros en la mesa, conocidos o desconocidos, prefiere irse a un bingo. Ahí gastará en promedio de una hora cien pesos. En una sala de máquinas con facilidad gastará 500 pesos en el mismo espacio de tiempo. La oportunidad para platicar con alguien, solo ocurrirá dejando las maquinas para hacerlo.
Es evidente que, siendo el juego un juego, en un determinado dia podrá salir con más pesotes en el bolsillo que cuando llegó. ¡Todos los días eso pasa con alguien... en su dia de suerte!
Creemos que los empresarios legales deberán estar muy atentos al futuro de su negocio. Una opción bien acertada será acreditar, en tiempo, en las salas de bingo.
Decimos en tiempo, porque es probable, por las razones referidas anteriormente, que el exceso de oferta de casinos y las peleas que por eso llegaran, irán a causar tales daños en la opinión pública que en su momento no habrá distinción entre un bingo y un casino. Intentar en esas fechas instalar una sala de bingo será un suicidio financiero.Siendo las dos actividades "juego" practicadas en una sala, entre ellas existen conceptos muy diferentes de explotación, que consisten fundamentalmente en lo siguiente:
El bingo es una actividad que requiere personal responsable, bien preparado, una inversión considerable en instalaciones y equipos de costo elevado. Todavía, si es estudiado y puesto en marcha por profesionales, garantiza un mínimo de 10 años de alta productividad, antes de una remodelación profunda. Es negocio para profesionales.
El "casino" es negocio de relativa poca inversión. Las maquinas son instaladas por los industriales fabricantes en régimen de asociación o alquiler. No es necesario personal especializado. Teniendo dos o tres empleados simpáticos el empresario puede mandar abrir las puertas. No hay nada que saber. Los fabricantes de las maquinas se ocuparan del mantenimiento técnico y de la actualización de los tipos de juegos más atractivos. Es negocio para cualquier uno.
Si otras razones no hubiese, la anterior seria suficiente para justificar que los bingos sean en número reducido y los casinos aparezcan como champiñones. El exceso podrá ser su destrucción. Para los casinos, cada vez en más grande número, con mejores instalaciones y cada uno con una cantidad absurda de máquinas, valdrá la ley del más fuerte. Así mismo entre los más grandes habrá una feroz competencia que, a la falta de reglamentación eficaz, entrará rápidamente en la competencia desleal, con promociones y ofertas de premios extra, en espiral ascendente. Si es así, en dos años el negocio estará acabado para la grande mayoría de las salas.
Además un otro tipo de fenómeno ocurrirá. Las maquinas absorben un mínimo de cinco veces más dinero a los jugadores que el bingo. A quien le guste convivir y platicar un rato con otros en la mesa, conocidos o desconocidos, prefiere irse a un bingo. Ahí gastará en promedio de una hora cien pesos. En una sala de máquinas con facilidad gastará 500 pesos en el mismo espacio de tiempo. La oportunidad para platicar con alguien, solo ocurrirá dejando las maquinas para hacerlo.
Es evidente que, siendo el juego un juego, en un determinado dia podrá salir con más pesotes en el bolsillo que cuando llegó. ¡Todos los días eso pasa con alguien... en su dia de suerte!
Creemos que los empresarios legales deberán estar muy atentos al futuro de su negocio. Una opción bien acertada será acreditar, en tiempo, en las salas de bingo.
Lisboa, el 20 agosto 2007.
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